La Navidad
Existe gran variedad de costumbres y leyendas, de acuerdo
con las zonas geográficas y países en torno a la Navidad. Los grandes, y mucho
más los pequeños, esperan ansiosamente esta época por los regalos, las fiestas,
las comidas, la venida de Papá Noel o Santa Claus, el nacimiento de Jesús, los
ángeles y pastores, los Reyes Magos, el árbol de Navidad, etc. Esta época que
recuerda el nacimiento de Nuestro Salvador está rodeada de figuras y
acontecimientos mágico-prodigiosos. Todo un mundo maravilloso, tan diverso del
cotidiano, que cautiva a los niños.
Lo que ocurrió hace más de 2000 años en Belén es recordado por los cristianos mediante gestos cuyo significado se ha transmitido de una generación a otra por vía oral o escrita. El hecho fundamental que se recuerda y se celebra es el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. La historia de los hombres tiene un antes y un después, a partir del nacimiento de Jesús. En Navidad celebramos el día en que Dios se hizo hombre; el encuentro definitivo del Creador con sus creaturas; lo que conocemos como el misterio de la Encarnación. La Navidad debe transformarse en un tiempo de encuentros y reencuentros. Un tiempo de oración, de alegría y paz. La oración, el gesto, el canto religioso, la participación en la liturgia; todo debe crear un clima de preparación a la venida del Salvador.
Esta es la razón por la que debemos rescatar todos aquellos
gestos y momentos de oración en familia, del encuentro frente al pesebre, de
alegría familiar compartida. La mejor manera de preparar un lugar para Jesús en
la Navidad es abriendo nuestro corazón a nuestros hermanos, especialmente los
más necesitados.
Incluso el armado del pesebre con los chicos puede ser una
buena ocasión para realizar una catequesis sobre la navidad. Privilegiemos el
pesebre, esto es a Jesús, María y José, antes que a los regalos, las
guirnaldas, el árbol de la navidad, etc. Todo esto puede acompañar, pero el
lugar central lo tiene que ocupar Jesús.